La vida que nos muestra José no es «un camino que explica, sino un camino que acoge». No busca atajos, sino que afronta la realidad con los ojos abiertos y nos enseña a acoger a los demás tal como son.
Él es el padre de los huérfanos y las viudas, y nos manda amar al extranjero. Por eso, todas las personas que trabajan, rezan y sufren por el bien común «pueden encontrar en San José un intercesor, el hombre que pasa desapercibido, el hombre de la presencia cotidiana, discreta y oculta, un apoyo y una guía».
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